Cuando una luz se apaga.


Todos tenemos luces que nos guían en nuestro caminar, de una manera invisible, sin hacer ruido. Están junto a nosotros intentando llevarnos por caminos de rosas, guiándonos hacia la seguridad del puerto como la luz de un faro. Apenas nos damos cuenta de esa luz porque forma parte de nosotros, como si fuera un alargo de nuestro ser. Pero de repente, un día, la luz se apaga. Nos quedamos en la oscuridad quietos sin saber muy bien hacia donde dirigir nuestros pasos o hacia quien lanzar nuestros gritos.

La luz se apaga, como se apaga una mirada que creíamos eterna, que nunca nos dejaría huérfanos de su mirar. Y nos invade el dolor, el llanto y la rabia. El dolor porque La Parca se ha llevado sin nuestro permiso a quien, todavía, teníamos muchas cosas que decir.

El llanto porque no sabemos como expresar aquello que creíamos tener asumido, la muerte, y sin embargo vemos que cada vez nos pilla de sorpresa. Y la rabia porque hubiéramos dado nuestra vida por esa persona, por no vivir esos momentos, la rabia por no poder retenerla...

Pero no es así, cierra los ojos un momento. La luz sigue junto a ti. La mirada te sigue con toda su expresividad, con toda su vida. Esa persona no se ha ido, esta contigo. Al menos mientras tu quieras tenerla no en tu corazón, que ya la tienes, sino en tu cabeza. Y tan viva como tú quieres tenerla.

La luz de nuestros seres queridos nunca se apaga, ni sus miradas dejan de acompañarnos. No mientras en nosotros existan un rescoldo para su recuerdo.


Este pequeño pensamiento de hoy va para un amigo que a perdido una de sus miradas más queridas.

  • Mientras escribo esto, estoy escuchando: Adagio en sol menor (Tomaso Albinoni)

Comentarios

  1. Anónimo8/26/2011

    I cuanta razòn...Hace 4 meses se apagò la luz de la amiga del alma. La hecho en falta continuamente i continuamente siento me acompaña, tan hermosa o màs que antes.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares