Luciérnagas en la memoria.
Clara
y Luis nacieron el mismo día. Fue una premonición, un pequeño
guiño del destino. Sus padres vivían en la misma localidad y eran
amigos los unos de los otros. Crecieron en la mas amable de las
impunidades, aquella que no conoce maldad alguna. Durante sus
primeros diez años eran dos gotas gemelas fluyendo en el arroyo de un luminoso manantial. En
los últimos tiempos, Luis solía decirle a su madre, que cuando
estaba con Clara, sentía como unos bichitos en la barriga. "Eso
son las luciérnagas de la alegría", le contestaba siempre su
madre.
Sin
embargo la vida esta llena de atravesados peros y el tiempo pasó inexorable. Los
padres de Clara debían marchar por asuntos de trabajo, así que
llego la separación. Ni Clara ni Luis entendieron que se creara espacio entre sus miradas, ni distancia donde antes solo había risas, complicidades y juegos. Pero
la vida volvió a girar una vez más... Y, el libro de la historia, pasó
a escribir nuevas paginas con otros protagonistas.
Treinta
años más tarde, Luis era un reconocido neurólogo. Aunque la vida
profesional le había tratado bien, la privada no había sido igual.
Se casó pero el amor se rompió demasiado pronto, tras el nacimiento
de su único hijo. No sabría decir que paso, pero lo que debieron
ser risas, se tornaron en silencios. Las miradas cómplices,dieron paso a esquivas miradas a ninguna parte. Finalmente el silencio se transformo en ruido,
en gritos. Siempre pensó que debía haber visto venir la llegada de
la decepción pero, como a muchos, el trabajo no le dejo ver a tiempo
que la necesidad de amor se había instalado en su familia y no hizo
caso a las señales de humo,antes del incendio. Y llego la
separación.
Luis,
como otros tantos días, estaba en la clínica volcado en su trabajo.
Rutinariamente tomó y abrió el historial del siguiente paciente.
Según este tenía EM desde los 31 años. Lo repaso detalladamente
quedándose con el nombre. Era una mujer y se llamaba Clara. Al
parecer tenía una discapacidad media por lo que, leyó, utilizaba
muletas. Tras terminar de leer el historial, hizo que pasara la
paciente. Esta llegó a su mesa y dijo:
-
"Buenos días, doctor"
Luis
levanto la mirada hacia ella y...en su memoria, en su cabeza,
comenzaron a revolotear luciérnagas con los colores del arco iris.
Su corazón pareció detenerse para decirle a sus pulmones que
volvieran a respirar. Sus pupilas recordaron mil y un campos pisado
por pequeños pies, mientras miraba al profundo de unos ojos que
creía perdidos. Solo atisbo a pronunciar una palabra ..."Clara" ...Y
el libro de la historia comenzó a escribirse de nuevo.
Como
en algunas ocasiones, te pido que escribas tú el final de esta
historia. Solo te diré que, Clara, también reconoció a Luis y que
tener Esclerosis, o cualquier otra enfermedad, no quiere decir que
hayas perdido la capacidad de amar o que no puedas ser amado. El amor no sabe de historiales clínicos... solo de bichitos en la "barriga" y otros escalofríos de bondad desconocidos.
Mientras
escribo esto, estoy escuchando: Young and Beautiful (Lana Del Rey)
Clara también estaba sola, Luis y ella empiezan una relación, basada en la confianza y la sabiduría de quien ya viene de vuelta... Como la vida misma...
ResponderEliminarEstaba preocupada por ti... Un beso Jose Antonio.
No creo que pueda haber otro final que el de hacer unidos un bosque a la luz de la luna, para esas maravillosas e imperecederas luciérnagas en sus tripas.
ResponderEliminarPreciosa historia, donde la enfermedad es lo de menos, o mejor dicho, donde esa otra enfermedad llamada amor, se expande como un milagro.
Me ha encantado.
Besos, José Antonio.
Una historia preciosa que me ha emocionado.
ResponderEliminar¿Para qué otro final?, la vida ha puesto en este caso el más conveniente.
Me alegra mucho verte por aquí y leerte
Un fuerte abrazo.
Me encanta, qué bonita historia y es el final y el comienzo perfectos.
ResponderEliminarY claro ¿qué tiene que ver la enfermedad con perder la capacidad de amar? Nada. Como diría mi abuela: "Nada tiene que ver la velocidad con el tocino"...
Me alegro muchísimo de leerte. Las personas sensibles no pueden faltar de esta "cosa" llamada blogosfera.
La música, me gustó regular, bueno, la escucharé otra vez, la letra sí es bonita...
Muchos besos.
Te dejo esta música que bailamos ayer en familia y que me encanta:
http://youtu.be/w_KFr-Lnxsk
Que pases una semana tan preciosa como esta historia que has escrito, o sea, ¡preciosísima!
José ....cuando se ama de verdad, no hay enfermedad que lo detenga como así si la persona no es bella y la rodean miles de figuras deslumbrantes, es solo a esa persona que nuestro corazón elige....eso es amor...
ResponderEliminarHermoso relato...un beso desde Argentina
Me encantan los finales felices, por lo tanto ni quito ni pongo ninguna coma, este final es perfecto. El destino los volvió a juntar.
ResponderEliminarY claro que no, el amor no conoce fronteras, ni siquiera las de la enfermedad.
Un abrazo José Antonio.
Seguimos en Pascua, y ayer fuimos a ver el valle de los narcisos (la flor que simboliza la Pascua), te dejo un vídeo para que lo veas, es ¡¡¡precioso!!!, una alfombra amarilla de narcisos (capilotes los llamamos aquí), te recordé.
ResponderEliminarMira qué bonito, parece que bailan los narcisos, todos para ti (Garaño. Capilotes junto al Yuso, se titula):
http://youtu.be/eI6-la5N7XY
Muchos besos.