La lámpara maravillosa.

  • Papá, ¿me ayudas a hacer estos deberes?
  • Ahora no puedo, estoy muy liado. Dile a mamá que te ayude.
Inés escucho la conversación desde la cocina, donde guardaba los últimos platos en el lava-vajillas tras la cena. No le extraño ver aparecer a su hijo con un libro y una libreta. Era parte de la rutina del día. Se sentaron en la mesa e hicieron las cuentas y deberes del día.


Finalmente, acostados sus hijos, disfrutaba de unos minutos en el sofá junto a su marido. La televisión ejercía, como cada noche, un extraño poder sobre ella que la sumergía en la más intensa y tranquila somnolencia. Pedro, su marido, la interrumpió aquella noche:
  • ¿Qué es eso?, dijo señalando un objeto nuevo encima de la televisión.
  • ¿Eso?, una lámpara decorativa que he comprado en el mercadillo. ¿Te gusta?-
  • Qué cosas más raras compras. No hay como tener tiempo para poder pensar en esos detalles.
  • Veo que has tenido un mal día, le dijo Inés. Siempre te pones así cuando no van bien las cosas.
  • ¿No ir bien?, esos estúpidos clientes no firman el contrato de mi vida y me hacen viajar a París en domingo. ¿Quién se han creído que son?
  • Bueno no te alteres, cambiaran lo veras, todo irá bien.
  • A ti te es fácil decirlo. No tienes que madrugar mucho, toda la mañana para ti, luego recoges a los niños y a comentar el día con las amigas. Si esa lámpara fuera la de Aladino, y tuviera un genio, te cambiaria tu vida por la mía ahora mismo. Así sabrías lo que es bregar y trabajar duro.
Inés no dijo nada. Estaba demasiado cansada y, lo que es peor, habituada a conversaciones como aquella. Sin sentido, sin aliento, sin valor. Lejos de lo que un día fue amor y ahora era rutina. Lejos de la ansiedad por que llegara y la frustración por que llego. Inés no dijo nada. Como cualquier noche se acostó, seco la lágrima que lanzaba el volcán de su desesperanza y se durmió.


Al día siguiente, Inés recibió una llamada a media mañana.
  • ¿Cómo van las cosas, mi vida?
  • No van mal, contesto, la negociación es ardua pero creo que finalmente firmaran. Es el contrato de mi vida. Increíble.
  • ¿Llegaras a tiempo para la cena?, así lo celebramos.
  • No creo, cariño, dicen de ir cenar a la Torre Eiffell. No te preocupes, esta noche acuesta a los niños y te veré mañana.
Pedro colgó el teléfono y pensó que vida tan agitada. Aunque Inés, su mujer, tendría que pasar un día como él para saber los que era bregar con unos niños, una casa y una mujer ejecutiva. Finalmente quito aquella lámpara, tan decorativa pensó, de encima de la televisión y continúo limpiando el polvo.

Mientras escribo esto, estoy escuchando: Starman (David Bowie)

Comentarios

  1. Entiendes ahora que no lo mismo lo qe piensa a lo que es. Antes de hablar hay qe pensar. pasate si qieres, y si no qieres, deberias, jajjajaaa esta muy intesante el video. Animo

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  2. La lampara hizo su trabajo y Pedro aprendió, que pena que no se diera cuenta él solo, a veces no vemos lo que tenemos delante
    Bssss

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  3. Una lampara maravillosa sin duda, deberían encontrarse millones como ella.

    Un fuerte abrazo.

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  4. Sabes, lo primero que pensé fue que Pedro se iba a Paris con otra mujer, jaja!! Como puedo ser tan mala!! Ojalá todas las madres tuvieran una lampara mágica...
    Bonita canción.
    Te sigo.
    Hasta pronto.

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